Cada vez tengo menos estómago y menos paciencia. Debe ser que me estoy haciendo mayor. Pero cada vez me siento más a disgusto tomándome mi cañita y mi tapita en una terraza, despotricando del sistema neoliberal y sus chacales del PP y de cómo se están cargando los, para nuestra sorpresa, endebles niveles de justicia social que esos mismos poderes nos habían permitido alcanzar mientras existían dos bloques, no fuera a ser que nos sublebásemos y nos pasáramos al bando de los del rabo y los cuernos.
Como digo, cada vez me siento más culpable cuando disfruto de esos momentos en los que, con nuestro cafecito en la barra de la Casa del Pueblo, alzo junto con algún compañero nuestro estandarte de la justicia social. Y no me siento culpable por alzarlo, faltaría más, como Socialista tengo grabado en mi ADN la justicia social como uno de los objetivos de mi lucha.
Pero, ¿y mientras? ¿Qué pasa con los que se están quedando en el camino? Yo ya no tengo estómago para seguir diciendo que esa gente tiene que recuperarla el sistema mientras ese sistema está en manos de quien no tiene ninguna intención de rescatarles. Y menos aún cuando milito en un Partido tan vinculado a las antiguas cooperativas obreras, en el que comparto militancia con quienes han gestionado las cajas de resistencia durante la dictadura. Desde luego, yo, no puedo imaginarme a esos compañeros y compañeras sin actuar, discutiendo si lo que hacían era solidaridad o caridad, utilizando la disculpa de que el objetivo debía ser la justicia social.
Viendo lo que hay a mi alrededor, ya no tengo estómago, ni ganas, ni paciencia para ponerme a analizar y discernir qué es y qué no es solidaridad para justificar mis acciones, y menos aún mis inacciones. Siempre defenderé que cuando alguien se siente degradado por aceptar la ayuda de un vecino, el problema no lo tiene él, el problema lo tiene la sociedad que le hace sentirse degradado. La sociedad que degrada al que es ayudado por su vecino es una sociedad enferma que prefiere esconder sus vergüenzas debajo de la alfombra. Y yo no quiero una sociedad así.
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