Y en ese momento, se me cayó el alma a los pies. Vi como aquella preciosa avecilla, que había nacido libre, se acercaba a la puerta abierta de la jaula en la que había pasado los últimos años anhelando recuperar su libertad. Pero, fue entonces, al asomarse al exterior, cuando el miedo agarrotó todos sus músculos. Sus alas ya no respondían. El terror le atenazaba al tener que elegir entre la incertidumbre de la libertad y la supuesta seguridad de la jaula. Con gran resignación, regresó al interior de la jaula y esperó a que la puerta volviera a cerrarse. Y en ese momento, se me cayó el alma a los pies.
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