Hay ciertos detalles cotidianos absurdos, como encontrarte el felpudo enrollado junto a la puerta al salir de casa los días que han limpiado las escaleras, que te traen a la memoria esos recuerdos agridulces que tanto empeño has puesto en olvidar. Pero de repente, una mañana, sin darte cuenta, nuevos recuerdos, esta vez dulces, han ocupado su lugar, y cuando vuelves a ver el felpudo enrollado junto a la puerta, en vez de tristeza, sientes una gran alegría por haber sido capaz de pasar página y seguir viviendo.
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