Creo que ha llegado el momento de romper el silencio en el que voluntariamente he sumido este blog desde hace casi tres meses.
Lo dije aquí mismo allá por enero, que percibía ciertas señales. Finalmente decidí seguirlas, y esas señales me llevaron a iniciar un doble camino.
Un camino físico, que me llevó hasta Llanes, dónde tuve que desistir y darme la vuelta, lesionado, porque la velocidad a la que intentaba llevarme mi mente fue inaguantable para el resto de mi cuerpo. Así que Santiago tendrá que esperar. Y quién sabe, quizás decida volver a pasar por el albergue de Güemes, aunque sólo sea por recordar la catarsis que supuso compartir mesa con Ernesto, párroco del pueblo y propietario del albergue, después de haberme invitado a dejar en la puerta mis mochilas, la que llevaba a la espalda y la que sobrecargaba mi mente. O por el albergue de San Vicente de la Barquera para volver a sentirme uno más de la entrañable familia que lo gestiona, en la que era más que evidente la huella dejada por los años de amistad con el mismo Ernesto.
Un camino físico, que me llevó hasta Llanes, dónde tuve que desistir y darme la vuelta, lesionado, porque la velocidad a la que intentaba llevarme mi mente fue inaguantable para el resto de mi cuerpo. Así que Santiago tendrá que esperar. Y quién sabe, quizás decida volver a pasar por el albergue de Güemes, aunque sólo sea por recordar la catarsis que supuso compartir mesa con Ernesto, párroco del pueblo y propietario del albergue, después de haberme invitado a dejar en la puerta mis mochilas, la que llevaba a la espalda y la que sobrecargaba mi mente. O por el albergue de San Vicente de la Barquera para volver a sentirme uno más de la entrañable familia que lo gestiona, en la que era más que evidente la huella dejada por los años de amistad con el mismo Ernesto.
El otro camino, el interior, ha sido mucho más complejo, tortuoso, desesperante y angustioso, pero aún más revelador e ilusionante, de ahí que no me atreviera a enfrentarme a esta página en blanco, intentando centrarme en el trabajo para no pensar en lo que las tripas me empujaban a escribir, seguramente por miedo a no encontrar las palabras adecuadas ni el momento correcto. Y sí, puede que también esté hablando de política, no lo descartéis, porque las tripas últimamente me empujan a decir y escribir cosas que por suerte la cabeza ha impedido que diga y escriba, y he preferido no sumarme a la moda de poner en marcha el ventilador frente al montón de heces, moda que no deja de sorprenderme y decepcionarme, más en propios que en ajenos.
Y hete aquí que, una vez más, la vida, y mis eclécticos gustos musicales, me han puesto frente a las narices una nueva sincronicidad de aquellas sobre las que ya os hablaba en enero. Esta vez, como os digo, ha sido en forma de canción, canción que descubrí en mis días de recuperación física y que, desde entonces, no he conseguido dejar de escuchar ni sacarla de mi cabeza, pues refleja a la perfección mi acuciante deseo de decir algo pero sin saber cómo ni cuándo, ni siquiera si sería apropiado decirlo, por no encontrar las palabras justas...
Y hete aquí que, una vez más, la vida, y mis eclécticos gustos musicales, me han puesto frente a las narices una nueva sincronicidad de aquellas sobre las que ya os hablaba en enero. Esta vez, como os digo, ha sido en forma de canción, canción que descubrí en mis días de recuperación física y que, desde entonces, no he conseguido dejar de escuchar ni sacarla de mi cabeza, pues refleja a la perfección mi acuciante deseo de decir algo pero sin saber cómo ni cuándo, ni siquiera si sería apropiado decirlo, por no encontrar las palabras justas...
Y sí, José Ángel, lo sé, te prometo que intentaré volver a hablar un poco más de política en éste mi blog personal, y no tanto de montes y de paranoias sensibleras...
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