Llevo unos días casi atrincherado, saliendo de
casa apenas lo justo para ir a cenar y comer con la familia sólo los días que
marcan estas fiestas. ¿La razón? El miedo a que el 2015, en sus últimos
estertores, me tuviera guardado un último as en la manga, y por eso no me he
atrevido a despedirlo con estas líneas hasta estar completamente seguro de que
ya estaba a salvo.
Creo que ya he escrito varias veces que el 2015 ha representado el final de mis personales "Siete años en el Tíbet". Mis
más íntimos sabéis de lo metafórico de la localización y de la literalidad de
la cifra.
Y como suele pasar cuando uno "despierta",
el tortazo emocional suele ser intenso, y más intenso aún cuando, más que un
tortazo, lo que recibes es una somanta de palos.
Pues eso ha sido mi 2015. Muchos aciertos, pero también errores, algunos de ellos reiterados, de los que quizás debería arrepentirme
pero que, si soy sincero conmigo mismo, estoy seguro que volvería a repetir, y gracias
a los cuales he logrado conocerme más a mí mismo.
Y como estoy seguro de que habrá quien leyendo esto
creerá que estoy hablando de política y también habrá quien interpretará que
estoy hablando de alguna persona en concreto, tan sólo decirles que quizás
ambas interpretaciones sean ciertas, o quizás ninguna de las dos.
Eso sí, en un puro alarde de masoquismo, espero
que el 2016 me siga haciendo sentir tan vivo, creo que estoy preparado...
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